MERCEDES SOPHÍA RAMOS
Autora constituyente Grupo ALAS.



viernes, 10 de agosto de 2012

calidad y maestría al cante flamenco LA JIMENA CANTAORA FLAMENCA de Coín Málaga


                                  LA JIMENA


De La Jimena de Coín se sabe muy poco, existen algunos archivos que  más que instruir desconcierta, son los oriundos del lugar y su memoria individual los que hacen referencia más o menos exhausta de esta cantante.  Se sabe que nació en 1911 sus padres tuvieron once hijos y todos ellos se dedicaban a las tareas del campo.
Entre cosechas de limones y naranjas La Jimena se marcaba cantes de libre inspiración, algunos inventados con propia letra y otros eran  éxitos consagrados del momento, parece seguro que el poco renombre de La Jimena responde más a su condición de ser mujer que a su propia valía como cantante, en esos años no estaba bien visto que una mujer se decantara por el arte y menos aún por la canción flamenca, esa exposición para la época era sospechosa por apuntar a  cabeza ligera y fácil a menesteres poco recomendables.
Así que por esa razón y según cuentan La Jimena sólo cantaba en bodas y bautizos, algunas veces, amenizaba en coros y danzas y poco más, de ahí su poca fama con respecto a los varones cantantes del momento, la desigualdad se patentaba con mayúsculas y de la manera más natural.
Con todo, cuando cantaba retumbaba su voz potente y su eco rítmico corría entre el río para subirse a las montañas del lugar, su afición por   cantar le proporcionaba una espontaneidad singular para afinarse en un entone a la mínima ocasión, ella asentaba su vocación de cantante a pesar de tener a su padre en total disconformidad a que actuara en público. Los teatros del momento los frecuentaban los hombres e incluso dicen que en algunas ocasiones no se les permitía la entrada a mujeres, por tanto, entre bambalinas y toldos se apreciaba un público  mayoritariamente masculino que por suerte se fue igualando en décadas posteriores. Las mujeres artistas para consagrarse como tales debían partir a países extranjeros bastante más modernizados, con todo, la desigualdad en el número de ellas con respecto al hombre eran aplastantes. Esa diferencia se hace patente en La Jimena,  las mínimas referencias y la poca polarización  que dejó su trayectoria determinan sobradamente el perfil anquilosado  de la sociedad de aquellos años.
Así y con tantos  descomunales  impedimentos persistía su talento,  dentro de su estrecho círculo insistían el caudal de su esplendida voz  y también el arrojo de su personalidad,  ella  dejaba convencidos a los entendidos que tuvieron la oportunidad de disfrutar de su arte y del flamenco especial que interpretaba, cantes hondos, saetas y letras acordes con labranzas y estampas del momento que lucía entregada y segura. En ferias de la localidad y días de fiesta señalados los campesinos se reunían en el campo,  a la usanza tradicional de sopas en lebrillo y abundante festejo saltaban las primeras voces cantoras, entre ellas la que pudo ser una gran figura si hubiese nacido unas décadas después al tiempo arcaico en que le tocó vivir.
Después de los años el pensamiento se detiene en Fuensanta Jiménez González, su ingenio empezó a destacar con tan sólo nueve años,  vivió toda su vida para entregarse a su afición en el marco de sus limitaciones. En sus notas flamencas  La Jimena  elaboró la sencillez de ser autodidacta y ofrecer al mismo tiempo calidad  y maestría al cante flamenco.

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